Condicionamiento
Operante
Definición de Skinner
PREPARACIÓN PARA AMBIENTES
NUEVOS
I. CONDICIONAMIENTO RESPONDIENTE
Las contingencias de supervivencia no pueden producir un
comportamiento útil si el ambiente cambia sustancialmente
de generación en generación, pero han evolucionado
ciertos mecanismos en virtud de los cuales el individuo adquiere
durante su vida el comportamiento adecuado al nueve ambiente.
El reflejo condicionado es un ejemplo relativamente sencillo.
Ciertos reflejos cardíacos sirven para el ejercicio
fuerte, como el que se da al huir de un depredador y al luchar
contra él; y presumiblemente hay una ventaja si el
corazón responde antes de que empiece la huida o la
lucha; pero los depredadores varían en su apariencia,
y sólo a través del condicionamiento respondiente
a una apariencia particular se puede provocar el comportamiento
cardíaco apropiado con anterioridad a la huida o a
la lucha.
Un reflejo condicionado, como algo que posee una persona,
no tiene más fuerza explicativa que un reflejo incondicionado
o innato. El corazón de alguien que corre no empieza
a palpitar fuerte y rápido inmediatamente antes de
un combate por el reflejo cardíaco condicionado: el
reflejo, simplemente, es una manera de identificar el hecho
de que empiece a palpitar aceleradamente. El que corre ha
experimentado ciertos cambios cuando a las situaciones que
existían al empezar el combate ha seguido un ejercicio
fuerte y, como organismo que ha cambiado, se comporta de manera
diferente. Simplemente, es conveniente identificar el cambio
como la «adquisición de un reflejo condicionado».
Lo mismo que señalamos las contingencias de supervivencia
para explicar el reflejo incondicionado, podemos señalar
las «contingencias de refuerzo» para explicar
un reflejo condicionado. Desde luego que los fenómenos
reflejos, condicionados e incondicionados, se han conocido
durante siglos, pero sólo recientemente se han investigado
las contingencias de supervivencia y las contingencias de
refuerzo.
Suplementos internos.
El reflejo condicionado es un principio simple, de alcance
limitado, que describe ciertos hechos sencillos, pero para
explicarlo se han inventado muchos estados y actividades internas
comparables a la fuerza impulsora de los instintos. Se dice
que el corazón del que corre palpita aceleradamente
antes de que empiece la contienda porque él «asocia»
la situación con el ejercicio que sigue. Pero es el
ambiente, no quien corre, el que «asocia» los
dos rasgos en el sentido etimológico de vincularlos
o unirlos. El que corre, tampoco «establece una conexión»
entre las dos cosas; la conexión tiene lugar en el
mundo externo. También se dice que las respuestas condicionadas
ocurren como «anticipación» a las consecuencias
habituales, o en «espera» de ellas, y que el estímulo
condicionado funciona como «signo», «señal»
o «símbolo». Más tarde volveré
a tratar sobre estas expresiones.
PREPARACIÓN PARA AMBIENTES
NUEVOS
II. CONDICIONAMIENTO OPERANTE
El condicionamiento operante es un proceso muy diferente,
a través del cual la persona maneja de manera eficiente
el ambiente nuevo. Muchas cosas que forman parte del ambiente,
tales como el alimento, el agua, el contacto sexual y el escape
del peligro, son importantes para la supervivencia del individuo
y de la especie, y cualquier comportamiento que las produzca
tiene consiguientemente un valor de supervivencia. A través
del proceso de condicionamiento operante, el comportamiento
que tiene esta clase de consecuencia llega a tener mayor probabilidad
de ocurrencia. Se dice que el comportamiento se fortalece
por sus consecuencias, y por esa razón a las mismas
consecuencias se las llama «reforzadores». Así
pues, cuando un organismo hambriento exhibe un comportamiento
que produce alimento, las consecuencias refuerzan el comportamiento
y, por tanto, éste tiene mayor probabilidad de volver
a ocurrir. El comportamiento que reduce una condición
potencialmente dañina, tal como una temperatura extrema,
se ve reforzado por la consecuencia y, por tanto, tiende a
volver a ocurrir en condiciones similares. Este proceso y
sus efectos han dado lugar a una amplia gama de conceptos
mentalistas, muchos de los cuales se examinarán en
los capítulos siguientes.
La distinción típica entre el comportamiento
operante y el reflejo es la de que uno es voluntario y el
otro es involuntario. Se tiene la sensación de que
el comportamiento operante está bajo el control de
la persona que se comporta, y tradicionalmente se le ha atribuido
a un acto de voluntad. Por otra parte, el comportamiento reflejo
no está bajo un control comparable, e incluso se le
ha atribuido a poderes invasores, tales como los espíritus
posesivos. En un tiempo, el estornudo, el hipo y otros actos
reflejos se atribuían al demonio, de quien defendemos
al amigo que ha estornudado diciendo «Salud» (Montaigne
decía que se santiguaba siempre que bostezaba). Cuando
no se supone la existencia de ningún invasor, el comportamiento,
simplemente, se denomina automático.
ENTREMEZCLAS DE LAS CONTINGENCIAS DE SUPERVIVENCIA
Y REFUERZO
Existen ciertas semejanzas notables entre las contingencias
de supervivencia y las contingencias de refuerzo. Como ya
he dicho, ambas ejemplifican una clase de causalidad que se
descubrió muy tarde en la historia del pensamiento
humano. Ambas tratan de explicar el propósito después
del hecho, y ambas son pertinentes a la pregunta sobre un
designio creativo. Cuando hayamos revisado las contingencias
que generan en el individuo nuevas formas de comportamiento,
estaremos en mejor situación para evaluar las que generan
el comportamiento innato de la especie. Entre tanto, podemos
anotar la importancia de insistir en esta distinción.
Troquelado.
El condicionamiento operante y la selección natural
se combinan en el llamado troquelado de un patito recién
salido del huevo. En el ambiente natural, el pato se mueve
hacia su madre y la sigue adonde ella va. Este comportamiento
tiene un valor de supervivencia obvio. Cuando no está
presente la pata, el patito se comporta de la misma manera
respecto de otros objetos. (En su Utopía, Thomas Moro
relataba que los pollos criados en una incubadora seguían
a los que les alimentaban y les cuidaban.) Recientemente se
ha demostrado que un pato joven llegará a aproximarse
y seguir a cualquier objeto en movimiento, particularmente
si es de un tamaño aproximado al de un pato —por
ejemplo, una caja de zapatos—. Evidentemente, se cumple
suficientemente bien con la supervivencia, incluso aunque
el comportamiento no esté bajo el control de los rasgos
visuales específicos del pato. El simple hecho de aproximarse
y seguir es suficiente.
Aun así, ésa no es una enunciación
correcta de lo que sucede. Lo que hereda el patito es la capacidad
de recibir refuerzo por mantener o reducir la distancia entre
él y el objeto en movimiento. En el ambiente natural
y en el laboratorio donde se ha estudiado el troquelado, la
aproximación y el seguimiento tienen estas consecuencias,
pero las contingencias se pueden cambiar. Se puede construir
un sistema mecánico en el cual el movimiento hacia
el objeto haga que el objeto se distancie rápidamente,
mientras el movimiento en dirección contraria a la
del objeto haga que éste se acerque. En estas condiciones,
el patito se apartará del objeto en lugar de acercarse
a él y seguirlo. Un pato aprenderá a picar un
punto en la pared si el picoteo hace que el objeto se aproxime.
Solamente si sabemos qué y cómo aprende el patito
durante su vida, podremos estar seguros de lo que constituye
su dotación en el momento de nacer.
La imitación y el instinto gregario.
La selección natural y el condicionamiento operante
se confunden frecuentemente cuando producen comportamientos
que tienen topografías similares. El valor de supervivencia
que tiene el comportarse como otros se comportan parece obvio.
Si un miembro de un grupo responde a un depredador que se
aproxima volando, corriendo o nadando, y entonces el resto
del grupo hace lo mismo, todos pueden ponerse a salvo aunque
sólo uno haya tenido contacto directo con el depredador.
Las condiciones son adecuadas a la selección natural
porque los otros miembros constituyen una parte permanente
del ambiente de una especie. Sin embargo, las contingencias
de refuerzo producen un comportamiento muy similar. En general,
cuando una persona se está comportando de una manera
dada, lo hace debido a las contingencias vigentes, y es probable
que un comportamiento similar emitido por otra persona que
está en las mismas circunstancias esté sometido
a las mismas contingencias. Si uno observa a la gente que
corre por una calle, puede responder indirectamente a las
mismas contingencias corriendo con ellos y, por consiguiente,
escapando posiblemente del peligro o descubriendo algo interesante.
Es ambiguo hablar de instinto de «imitación»
o de instinto «gregario»; es posible que podamos
referirnos simplemente a las contingencias de supervivencia
o a las contingencias de refuerzo.
Territorialidad y agresión.
Estos términos no se refieren a formas específicas
de comportamiento. Un organismo puede defender su territorio
o atacar a otros de maneras muy diferentes. A menudo se dice
que la guerra moderna es ejemplo de territorialidad y de agresión,
pero sería difícil encontrar un acto de un soldado
que pudiera haber sido seleccionado por las contingencias
de supervivencia. En el mejor de los casos, el comportamiento
bélico se adquiere por razón de una capacidad
inherente de recibir refuerzo al ganar territorio o causar
daño a otros.
El comportamiento agresivo puede ser innato y desencadenarse
por acción de circunstancias específicas en
las cuales es plausible el valor de supervivencia. Un bebé
o un niño puede morder, arañar o golpear si
se le restringe físicamente cuando habría podido
aprender a no hacerlo. O el comportamiento puede moldearse
y mantenerse porque las personas son susceptibles al refuerzo
proporcionado por los signos del daño inferido a otros.
La capacidad de reforzarse cuando el adversario grita o huye
podría valor de supervivencia porque la persona con
esta dotación aprendería rápidamente
a defenderse. O, en tercer lugar, las consecuencias no relacionadas
explícitamente con la agresión pueden reforzar
el comportamiento. El alimento y el contacto sexual, reforzantes
como son por otras razones, pueden reforzar el ataque a un
competidor si así se obtiene alimento o compañero
sexual.
La entremezcla de las contingencias de supervivencia y de
refuerzo causa problemas, y no es sorprendente que los innatistas
y los ambientalistas estén frecuentemente en desacuerdo,
y, a veces, defiendan en forma bastante agresiva sus respectivos
territorios.
«Universales» específicos de la
especie.
Algunas veces se evita el término «instinto»
y, en cambio, se habla de comportamiento específico
de la especie con la teoría de que algo característico
de todos los miembros de una especie probablemente forme parte
de su dotación genética. Pero las contingencias
de refuerzo también son específicas de la especie.
Ya hemos visto un ejemplo con el comportamiento del patito
que sigue a su madre debido a un hecho «universal»
de que el moverse en la dirección de un objeto normalmente
lo hace más cercano. Los rasgos universales del lenguaje
no implican una dotación universal innata porque las
contingencias de refuerzo dispuestas por las comunidades verbales
tienen rasgos universales. Los psicoanalistas han hablado
mucho de la universalidad del complejo de Edipo, pero las
contingencias de refuerzo personal en la familia en una determinada
cultura pueden ser igualmente universales.
Importancia de mantener la distinción.
Sin duda es verdad que los primeros conductistas se entusiasmaron
indebidamente con los procesos de aprendizaje que descubrieron,
y descuidaron el papel de la genética del comportamiento,
pero también las reacciones a la posición conductista
han sido demasiado exageradas. Ya no hay necesidad de controversia,
aunque todavía estamos lejos de entender todas las
interacciones entre las contingencias de supervivencia y las
contingencias de refuerzo.
En un sentido, todo el comportamiento se hereda, pues el
organismo que se comporta es el producto de la selección
natural. El condicionamiento operante forma parte de la dotación
genética tanto como lo son la ingestión y la
gestación. La pregunta correcta no es si la especie
humana tiene una dotación genética, sino cómo
se debe analizar ésta. La especie humana empieza y
sigue siendo un sistema biológico, y la posición
conductista afirma que no es más que eso.
Fuera de los detalles del comportamiento resultante, existen
buenas razones para distinguir entre las dos clases de contingencias.
Estas difieren enormemente en su relación con la pregunta
con la cual empezamos. ¿por qué las personas
se comportan como lo hacen? Las contingencias de refuerzo
se dirigen a la predicción y el control. Las condiciones
en las cuales una persona adquiere un comportamiento son relativamente
accesibles, y con frecuencia se pueden manipular; las condiciones
en las cuales una especie adquiere un comportamiento están
casi fuera de nuestro alcance. Una consecuencia desafortunada
de esto es que las fuentes genéticas algunas veces
se convierten en una especie de plataforma: cualquier aspecto
del comportamiento que escape por el momento del análisis
en términos de contingencias de refuerzo probablemente
se asigne a la dotación genética, y es posible
que aceptemos la explicación porque estamos muy habituados
a no ir más allá de un estado del organismo.
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